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No estoy muy segura porque estoy aquí hoy. A lo largo de los meses que han pasado, he llegado a la página en blanco con una pregunta, tema, sentimiento o relación en mente. Pero ahora estoy en un lugar de no saber que resultará aquí. Sabes… hay de hecho tanto. He estado masticando varias cosa estos últimos meses. Ha sido un tiempo de rico aprendizaje, crecimiento, reflexión, conexión, elaboración y ruptura de significados. Un tiempo de mucho movimiento por todo este hemisferio.
Hoy, me voy a casa. De varias maneras, nunca quiero ir a casa de nuevo. El cerebro inconsciente del ‘pequeño yo’ parece creer que si nosotros pudiéramos mantenernos moviéndonos de un lugar a otro, estaríamos muy ocupados empacando y pasando a través de seguridad en los aeropuertos, manejando e instalándonos, para sentir algo. Temo enfrentar una tristeza y depresión en casa que de alguna manera me traguen entera. Temo que el dolor ya que esté allí, sea más grande que nunca. Pero en realidad, ¿qué sé yo?
Y de otras maneras, no puedo esperar para ya estar en casa. Ha sido demasiado tiempo de estar lejos. Extraño a mi perra, mi cama, mi familia y amigos. Necesito descansar. Descanso real. Estoy extenuada de tanto viaje. En un taller que dimos en Argentina, planteé la pregunta: ¿Cómo paro? En los dos meses desde entonces, he aprendido que nada realmente para. Si pararíamos completamente, moriríamos. Incluso las cosas que consideramos como “inanimadas” están llenas de partículas cuánticas brincando por todos lados. He estado explorando “el arte de la lentitud” mientras apoyo este curso en línea y dándome cuenta que quizá no tiene que ver con la velocidad a la que nos movemos. Tiene que ver con experimentar realmente la consistencia de cada momento. Presencia total. Estoy afinándome a mi cuerpo con prácticas del Teatro de la Presencia Social y abriéndome a su sabiduría. Me da mucha curiosidad saber como caer en un espacio que permite a lo que quiere emerger, aparecer.
El aborto espontaneo y la furia que sentí después me marcaron cuando partí en este viaje. Sé que escribí a cerca de tener que encerrar a mi corazón, sólo para encontrarlo abierto a dos semanas de haber publicado eso. A pesar de que sé que algo de procesamiento ha ocurrido durante este tiempo de viaje, percibo que algo más profundo –algo desconocido en este momento– me separará de cualquier certeza que pueda haber tenido en el pasado.
Sentí esto en mis tripas y mi pecho y en mis articulaciones y músculos adoloridos. También sé que esta próxima vez me está llamando a un lugar de gentileza conmigo misma y con el mundo. Un espacio en el cual no estar tan preocupada de que estoy haciendo/produciendo, un lugar que permita al espacio ser. Y eso también significa ser amable conmigo misma por estar un poco ocupada. A pesar de que no estaré viajando nuevamente sino hasta el final del verano, No puede negar que todavía hay muchas cosas que están ocurriendo. Repite después de mi: “ No me castigaré cuando me de cuenta que estoy haciendo demasiado; solo dejaré de hacer algunas cosas”.
En cierta forma, estoy de vuelta en los péndulos, particularmente ese que oscila entre dolor y desesperanza e infinita gratitud por la forma en que los regalos y aprendizajes de Rafa y esta otra pequeña alma han enriquecido mi vida. Hace unas semanas, en mi ciudad natal de Salt Lake City, asistí a una plática que dio mi hermano y colega, Bayo Akomolafe. (Aunque Bayo y su familia viven al otro lado del mundo en la India, ellos nos acompañaron a través del dolor de perder Rafa con la intimidad de la familia.) Bayo habló a cerca del concepto del santuario, que anteriormente simplemente significaba altar o lugar sagrado. Bajo esta ley medieval, por un cierto periodo de tiempo, un fugitivo podría ser inmune a la persecución dentro de una iglesia. Para poder entrar, sin embargo, el acusado requería a menudo agarrar el anillo de la aldaba en forma de gárgola monstruosa de la puerta. Bayo explicó que la persona en realidad no recibía garantía de seguridad dentro del santuario y, de hecho, era un tiempo de intensa deliberación y toma de decisiones. Esos que entraron en estos espacios a menudo salieron notablemente trasformados como resultado de sus experiencias adentro.
Estas ideas de abrazar al monstruo como una forma de pasar el umbral y estar cambiada para siempre por una experiencia, me hace pensar a cerca de Rafa y de la muerte de bebés en general. Desde un punto de vista, el fallecimiento de un bebé es bastante horrenda y espantosa. Al menos esa fue mi experiencia. He notado que preferimos decir que el nacimiento es hermoso (aún si el bebé no está vivo). Y, al menos por lo que he visto en línea y en mis conversaciones con vecinos y conocidos, la gente tiende a preferir metáforas que son mas “palpables” a nuestras sensibilidades modernas. Hablan a cerca de nuestros “ángeles” y de nuestras “estrellas” cuidándonos y esperándonos en el cielo. Eso esta bien. Pero, para mi, es sólo una forma de pensar. Rafa fue también horrendo y ajeno. Cuando salió de mi, no lo reconocí como humano. Quizá suene insensible de mi parte. Es la verdad. Hay muchas verdades.
Mientras esta percepción puede no se popular, siento que es tiempo de abrazar a nuestros monstruos (así como lo hice con el pequeño cuerpo sin vida de Rafa, unos segundos después de su nacimiento). He estado leyendo unos artículos bastante intensos y estudios a cerca del estado del mundo en estos días y diré que las cosas no se ven bien. Hay muchos que dicen que en realidad es demasiado tarde para salvar a nuestra especie y que el colapso a corto plazo es inminente (revisa este estudio en Adaptación Profunda por el Dr. Jem Bendell). No tengo idea de lo que pasará. Es de hecho muy complejo para saberlo. Sin embargo, si siento que es tiempo de empezar a practicar ver y estar con las cosas que hemos rechazado en el pasado –nuestros hermosos monstruos– (gracias por este término, Alan Sloan). Tenemos que mejorar en estar con el dolor, pena e incomodidad que vienen con las cosas que en el pasado hemos considerado feas y que no deben verse.
Mi experiencia con dar luz a un bebé muerto es un buen ejemplo de como siento que lidiamos con algunos de estos llamados “horrores.” En la mayor parte, me he sentido sostenida y amada por todos alrededor mío. He sentido también que el apoyo de grupos y espacios en línea para personas que han experimentado esta cosa “inimaginable” son usados como un medio de aislarnos del resto del mundo. Sentí un poco como si la gente me dijera: “ ¡Mira hacia allá! Hay algunas otras personas que han sobrevivido esto. Ahora, ve hacia allá y esté con ellos. Ellos te harán sentir mejor”.
Mientras estuve en Utah, mi mamá dijo algo a cerca de mi “pertenecer a un club que nadie debería tener que pertenecer”. (No te preocupes, mamá, entiendo la compasión y amor detrás de tus palabras). Respondí preguntando: “¿ Por qué no? ¿Por qué sentimos como si nadie debiera pertenecer a este club cuando es algo que 2.6 millones de mujeres encinta (esto es 2% de todos los embarazos) experimentan cada año? Es un club al que muchas pertenecemos. Siento que hay un lugar en nuestro mundo donde ponemos la muerte de un bebé en el centro de todos y decimos: “Oye, esto pasa. Mucho. ¿Qué tenemos que aprender de esto nosotros, como sociedad, como un grupo de personas?” En el Oeste (y quizá en todos lados), hemos tratado de arrinconar este suceso en las esquinas, esconderlo lejos de nuestra vista y consciencia. Les hemos dicho a las personas que sigan adelante, que tengan otro bebé o “gesten” un proyecto importante. Yo creo que no podemos permitirnos más hacer eso. Estoy bastante convencida de que aquellos que hemos experimentado la muerte de un bebé, y especialmente, nosotras las mamás que de hecho hemos dado a luz cuerpos de bebés muertos, tenemos un don inherente que ofrecer a este mundo, uno que ha sido trágicamente entretejido en quienes somos ahora.
La otra característica de la descripción de Bayo de santuario que me pareció similar a mi experiencia de co-crear, gestar, sepultar y dar a luz a Rafa, era esta idea de que un santuario no se trata en realidad de estar a salvo. No tiene que ver con reforzar nuestras viejas ideas a cerca de como funcionan las cosas. Reclamar un santuario nos cambia para siempre…así como dar a luz a un bebé muerto. Nunca seremos las mismas. Por más que deseemos que esto nunca nos pasara a nosotras… lo hizo. Por más que podamos desear que nunca nos cambiara… lo ha hecho. Creo que estamos a punto de vivir cosas en el tiempo que está por venir que nos cambiarán por siempre como una especie de seres en esta Tierra. Y creo que la sabiduría y experiencia de mujeres que han vivido este tipo de santuario retorcido, puede servirnos en tiempos futuros por venir.
¿Cómo se ve poner la docta sabiduría de aquellas de nosotras que hemos enfrentado esta tragedia y vivido para contarla, en el centro, en lugar de en los márgenes? ¿Cómo se vería tener el cuerpo de un bebé muerto entre las imágenes que compartimos a diario, en lugar de sólo los bebés vivos de caras felices que vemos? En este momento, no lo sé. Pero estoy segura que esta es parte del trabajo y del viaje en el que estoy a punto de embarcarme. Déjenme ir gentil y amablemente con migo misma, con otros y con el mundo alrededor mío. Déjenme ser humilde mientras inicio mi partida. Esto no tiene que ver con ego. Más bien, tiene que ver con compartir algo valioso.
Estoy viendo en que forma convocar a los círculos de mujeres (y posiblemente de hombres) para compartir a cerca de la muerte de sus bebés no nacidos o sus niños recientemente nacidos se puede encajar ahora con mi otro trabajo con The Emergence Network. Ver como Rafa, su historia, mi historia, nuestra historia podría encajar en ese trabajo en el futuro, se siente como estar plantando una semilla en un rico suelo con los nutrientes que justo necesita para desarrollarse.
Esta última vez, mientras oscilaba en el péndulo entre que todo esto es una gran lección de vida y que es la peor experiencia más debilitante de todos los tiempos, hice un pequeño descubrimiento. Como lo he expresado antes, algunas veces me preocupa que ver la totalidad, la magnánima perspectiva de la muerte de Rafael es sólo una forma de emocionalmente saltar o evitar los sentimientos ‘negativos’ dolorosos. De lo que me di cuenta es de que si estos descubrimientos me llevan más a mis sentimientos, a mi corazón y mi cuerpo, los escucharé y los seguiré. Se siente como si estos “momento de revelación” enmascaran o remueven de mi como me siento, si ellos me suben a un pedestal del ego es probablemente mejor dejarlos pasar.
Una de las cosas de las que me siento muy segura es que necesitaremos más personas que puedan contener el dolor colectivo en los tiempos que se aproximan. Estoy empezando ese trabajo con mi hermana y mi dula, Julieta. Estamos planeando un taller a cerca de dolor y muerte (especialmente cuando un niño muere). Seguro habrá mucho que aprender en el camino. Deseo abrir el espacio para lo que venga en estos círculos.
En este tiempo de no-saber, estoy escuchando más profundamente al instinto, la sabiduría del sentido-sentimiento presente en mi cuerpo… al mundo alrededor mío. Siento una confianza reconfortante (con un forro de humildad y gentileza) a cerca del futuro. Aún me siento triste y enojada e incómoda una gran cantidad del tiempo… pero esos son los sentimientos que vienen y van (junto con la alegría, risa, ternura, placer y contentamiento que también siento).
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