Read this post in English.
Recordar es bastante constante en estos tiempos. Pensar: “a esta hora el año pasado, estaba… estábamos…”. El último día de trabajo. Las fotos de la panza. Pintar el cuarto del bebé. El baby shower. Llegó la dula. Cita con las parteras en la casa. La última clase del curso de amamantamiento. Los suegros de visita. El pozo de recuerdos, remordimientos y nostalgia me dificulta estar presente en 2019. Siempre he sido así con los detalles que pasaron en cierto día, en cierto año… incluso a una hora en particular. Se siente como una bendición y una maldición al mismo tiempo –este año más que nunca.
El Duelo es tan extraño e inesperado. Me cuesta trabajo ponerle palabras a la experiencia del Duelo y al resurgimiento y la emergencia de sentimiento en estas fechas de aniversario. La vida, sin duda, ha continuado. Y la vida es, sin duda, diferente. Todo tipo de cosas han sucedido en estos últimos doce meses. He hecho y sentido y experimentado tanto. Y sin embargo, algunas veces me siento un poco petrificada en mí ser del 30 de julio de 2018. Al descubrir que Rafa había muerto adentro mío yo también morí. Y no, aquí estoy, casi un año después.
Mi madre me dijo esta semana que sólo deseaba que fuera septiembre. La entiendo. Ambas somos bastante obsesivas con los aniversarios. Pero al mismo tiempo, quiero honrar bien este momento, este aniversario. Quiero estar más presente y más viva a lo QUE ES AHORA. Para honrar mi extraña pena como es en estos momentos, no como fue hace un mes, hace seis, o hace un año. De alguna manera, siento que el Duelo (que es parte de mí y al mismo tiempo, un ente por sí mismo) está pidiendo por ese tipo de homenaje.
Fui a ver una homeópata nueva hace dos semanas (conservo el temor de que algo está terriblemente mal en mí, físicamente hablando). Ya nos habíamos conocido con anterioridad. Yo la reconocí pero ella no pareció recordarme. Cuando llegamos al punto donde preguntó sobre mi salud reproductiva, por supuesto que le conté la historia de Rafa. Ella dijo: “uups”. Su respuesta me pareció un poco simplista, pero sé que la gente no siempre sabe cómo reaccionar a esta historia. Me hizo algunas preguntas interesantes: ¿Fue planeado? ¿Fue deseado? ¿Sentías una conexión con él? Di respuestas directas, tal vez sin emoción. No lloré ni sentí enojó; sólo la usual incomodidad que viene cuando comparto esta historia de milagro y misterio. Entonces me preguntó si había hecho duelo a su muerte. “O sí”, respondí, “por supuesto”. Como si todo pudiera limpiarse con dos implacables reverencias y tacharlo de mi lista:
Duelo por bebés muertos
Tachando mi lista en la silla de la homeópata, me preguntaba: ¿Qué ves? ¿Qué esperas ver? ¿Qué piensas que debería estar haciendo ahora? ¿Llorar? ¿Gritar? ¿Mostrar alguna otra señal de sufrimiento? ¿Cómo se ve para ti una mujer “bien dolida”? Cómo estás tú navegando mi trauma y mi pena ahora mismo? ¿Por qué me importa? También pensaba: ¿Qué es lo que no puedes ver? ¿No puedes ver que todavía sigo penando un año después? ¿5 meses después? Por supuesto que no puede. No puede ver el indescriptible proceso de duelo dentro de mí. La forma en que los sentimientos, pensamientos y sensaciones físicas, como piezas rotas en un revuelto juego de Scrabble, se mueven dentro de mí, revueltos e imposibles de descifrar.
Nunca hubiera pensado que el Duelo sería así. Pero tampoco pensé nunca mucho sobre cómo sería (se me ocurre que así es como quiere el mundo en que vivimos que seamos, ¿eh? No preparados para la tristeza y el infortunio). No sé si pensaba que las personas en duelo sólo pasan el resto de sus vidas interna y externamente tristes y no hay de otra. Eso no es como lo estoy experimentando; es mucho más complejo que eso. Honestamente no sé si tengo las palabras para describirlo, ni siquiera al nivel más íntimo y personal.
Algunos días estoy cantando y bailando en mi jardín alrededor de una fogata. Otros todavía me cuesta levantarme de la cama. A veces tengo extraños dolores físicos y otras me tiro en la calle estampando los puños contra el pavimento. A menudo me siento ajena a mí misma. Es como si los ojos que usaba para ver, el corazón con el que sentía, los oídos con los que escuchaba, son ahora diferentes, sensibles ahora a otros elementos, alterados para siempre. O tal vez es que mis órganos siguen siendo los mismos (probablemente mi útero no es el mismo) y es el mundo el que ha cambiado. El mundo es ciertamente diferente de lo que era un año atrás.
Hay mucho más profundidad en lo que siento dentro de mí –más ruido y jaleo y, al mismo tiempo, más soledad, quietud y aceptación que nunca. He sentido tanto, tanto en estos últimos tres años. ¿Pero no es acaso eso lo que pedí cuando regresé a terapia en 2016? Si no hubiera trabajado intencionalmente para conectarme más con mi cuerpo físico, mi corazón y emociones, no creo que me hubiera embarazado jamás. Y sin la experiencia de abrirme a la idea de convertirme en madre y gestar vida en mi vientre, no creo que hubiera sobrevivido a la muerte de Rafa y sus consecuencias. No creo que hubiera sido capaz de transitar esta serpenteante senda del Duelo. De alguna misteriosa manera, nuestras vidas nos están siempre preparando para lo que viene.
Mi terapeuta a menudo me recuerda que aún no ha pasado un año. Ella piensa que el proceso de duelo toma por lo menos tres años. Pienso que eso son patrañas. Me imagino que no hay fin para este Duelo. Está siempre conmigo de estas extrañas, confusas, formas periféricas. Es parte de mí ahora… para siempre, y yo soy parte de él. Justo como la muerte que es parte de mí y soy yo su portadora.
Hoy hace un año… Yo pretendía que todo estaba bien. Fui a desayunar con mi madre y luego vi un show tonto en Netflix. En la noche, no pude dormir. Hoy, estoy lejos de casa, en un pequeño pueblo, mirando los suaves valles de Oaxaca y cuidándome de un resfriado. Estoy a solas con Yeyo y ambos estamos siendo cuidadosamente observados por muchos colibríes. Estamos velando a Rafa y celebrando, de una manera triste, la sorprendente e impredecible senda del Duelo que nunca acaba.
Algunos días después de la muerte y nacimiento de Rafa cuando buscaba alguna página de internet para padres de bebés con muerte prenatal, leí que la parte más difícil y dolorosa del proceso de duelo viene entre los cuatro y siete meses después de la muerte del bebé. Estaba horrorizada. Pensé “¿Cómo puede algo ser peor que lo que estoy pasando ahora? No creo que hay una línea de tiempo para el Duelo. Lo encuentro no lineal e impredecible. Si estás en este momento en duelo por la muerte de un bebé o cualquier otro ser amado o si estás simplemente sintiendo el Duelo de vivir en estos tiempos en el planeta Tierra, te sugiero no hacer caso a quien intente explicarte cómo se siente o cómo será después. Lo que sea que estás sintiendo en este momento, y lo que sea que sientas en el futuro es perfecto. Te invito a dar la bienvenida a toda la experiencia sin expectativas ni apegos. En la senda del Duelo, estoy aprendiendo que no hay bueno o malo, correcto o equivocado. Se gentil y amigable con tu ser y con todo lo que estás pasando.
Posdata:
A los pocos días de la muerte y el nacimiento de Rafa, mientras buscaba algún sitio web para padres con bebés que murieron en el vientre, leí que el tiempo más doloroso y difícil en el proceso de duelo llega entre 4 y 7 meses después de la pérdida del bebé. Quedé horrorizada. Pensé “¿Cómo puede ser ‘peor’ de lo que ahora siento?” No creo que haya una línea de tiempo para el Duelo. Lo encuentro no-lineal e impredecible. Si estás penando la muerte de un infante muerto o la de cualquier ser querido, o simplemente estás sintiendo el Duelo de vivir en esa Tierra en estos tiempos, sugeriría no prestar atención a quien sea que que intente explicarte cómo es o cómo será. Lo que sea que estás sintiendo ahora, en este momento, y lo que sentirás en el futuro es perfecto. Te invito a dar la bienvenida a la experiencia completa, sin expectativa ni apego. En la senda del Duelo, estoy aprendiendo que no hay bueno o malo, correcto o incorrecto. Se amable y amigable contigo y con todo por lo que estás pasando.
1 thought on “El Camino Sorprendente e Impredecible del Duelo que Nunca Termina”